Según Kant, si usáramos continuamente unas gafas con las lentes de color rojo, veríamos el mundo en diferentes tonalidades de rojo. Esto es así porque las lentes suponen un filtro a como vemos la realidad. Si damos un paseo con estas gafas por un parque, podríamos pensar que todo es rojo, pero no es rojo, sino que nosotros lo vemos rojo.

Todo lo que vemos proviene del exterior, pero el cómo lo vemos proviene de nuestro interior. Nuestra genética, nuestra cultura y nuestras experiencias del pasado, moldean nuestras gafas que filtran todo lo que sucede a nuestro alrededor y que de forma inconsciente hace que interpretemos la realidad bajo nuestros propios filtros.

Ser conscientes de que nuestra capacidad de juicio está condicionada por factores que en la mayoría de los casos no podemos controlar, nos ofrece la capacidad de entender que nuestra interpretación de lo que sucede no es más que eso, una interpretación, pero no la verdad absoluta.

Supongamos que nuestro hijo adolescente nos cuenta un problema que está viviendo con mucha ansiedad, pero que bajo nuestro punto de vista no tiene ninguna importancia. Si cuando hablamos con él, intentamos restarle importancia al problema, lo más probable es que piense que no lo comprendemos o que no lo tomamos en serio. Lo que sucede, es que nosotros estamos interpretando su problema bajo nuestras lentes de adulto. Una postura más acertada, sería hacerle ver que entendemos que para él es un problema importante, y que por tanto para ti también lo es y que estamos ahí para ayudarle.

Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros

Kant

Cuando en una situación profesional afrontamos un nuevo reto, debemos ser conscientes de que llevamos puestas nuestras propias lentes, que nos harán interpretar las nuevas situaciones en función de nuestras experiencias pasadas. Tomar consciencia de ello, nos puede llevar a realizar el esfuerzo de ampliar el foco y ver la misma situación desde nuevas perspectivas, y alcanzar soluciones alternativas a lo inicialmente previsto.