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Platón (427-247 a.c.), en su diálogo Fredo, utiliza una alegoría sobre un carro y dos caballos alados para explicar su visión del alma humana. El filósofo nos explica que el interior del alma humana está continuamente en conflicto entre el bien y el mal. En la alegoría, un auriga (el conductor) que representa la parte racional del alma, conduce un carro tirado por dos caballos alados, uno bueno y otro malo, el primero representa la virtud del alma humana y el segundo la parte inmoral.

El auriga debe llevar el carro (que representa la mente) hacia la Verdad, pero no es algo fácil ya que debe guiar a los dos caballos que quieren ir en direcciones opuestas. Por tanto, según Platón, la razón debe imponerse a nuestra parte irracional para de esa manera poder actuar de una manera correcta.

Photo by Marc-Olivier Jodoin on Unsplash
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Muchas culturas han tratado este tema, por ejemplo los nativos americanos, cuentan que en todo ser humano coexisten dos lobos, uno negro y otro blanco. El primero representa el lado oscuro del alma humana y el segundo, el lado noble y justo. Según nuestras acciones, estaremos alimentando a uno u otro, y aquel que más alimentemos, será que el que finalmente se imponga y determinará nuestro carácter.

Mas recientemente Jonathan Haidt, en su libro «hipótesis sobre la felicidad», nos cuenta que la mente humana se puede representar por un elefante sobre el que hay sentado un hombre que lo guía. Al igual que en el caso Platón, el hombre representa la razón y el elefante representa nuestra parte emocional. Es fácil comprender que si dejamos que nuestra parte emocional (el elefante) se descontrole, será muy difícil para el conductor volver a un estado de calma. Es lo que sucede cuando tenemos ataques de ira o pánico.

Es por ello que los estoicos nos recomiendan controlar las emociones en el momento en que surgen. No se trata de anularlas, ya que sería imposible al ser una reacción inconsciente del cuerpo, sino de observarlas, entender el motivo por el que ha aparecido y actuar de forma racional en lugar de reaccionar de forma automática.

Un caso típico es el que nos sucede cuando vamos conduciendo y en un momento determinado, otro conductor hace una maniobra que no nos gusta, o va mas despacio de lo que nos gustaría y nosotros tenemos mucha prisa, entonces de manera inmediata, empezamos a tocar el claxon, o a hacer gestos al otro conductor. Nos dejamos llevar por una emoción de ira, cuando en realidad, no sabemos el motivo por el cuál el otro conductor se ha comportado de esa manera, o si tan siquiera nos había visto. En cambio, si cuando notamos que comienza a surgir esa ira en nosotros, respiramos un momento, veremos como la cosa no ha sido para tanto y no merece la pena alterarnos por eso.

Cuando pienses que alguien te ofende o te insulta, no te dejes llevar por esa impresión. Recuerda que no es su comportamiento lo que te daña, sino tu juicio


Epícteto