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El Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, en su libro pensar rápido, pensar despacio, describe dos modos en que nuestro cerebro actúa ante un estímulo externo, a los que denominó sistema 1 y sistema 2.

El sistema 1, es rápido, intuitivo y emocional. Se genera en la parte más primitiva de nuestro cerebro que es la amígdala cerebral que se encuentra en su interior.

El sistema 2, es más lento, lógico y racional. En este sistema, la información es procesada por el córtex prefrontal, que es la parte más moderna de la estructura cerebral.

Hace miles de años, los primeros seres humanos dependían del sistema 1 para poder sobrevivir en un entorno muy peligroso. En las situaciones de peligro a las que se enfrentaban, las opciones de supervivencia aumentaban si eras capaz de reaccionar de forma inmediata. De hecho, nuestro cerebro no ha evolucionado de forma significativa en los últimos miles de años, por lo que tenemos un cerebro adaptado a identificar peligros en los entornos extremadamente peligrosos de nuestro antepasados, trabajando en las hiperseguras sociedades modernas occidentales. Esto provoca un sesgo consistente en que el cerebro trata de buscar peligros para protegernos incluso en situaciones donde el peligro no es inmediato o incluso no es real.

Algunos acontecimientos nos atormentan más de lo que deben, otros antes de lo que deben y otros no deberían atormentarnos en absoluto, porque no ocurrirán. O aumentamos el dolor, o lo anticipamos o lo imaginamos.

Séneca

Por otro lado, se estima que cerebro humano es el responsable del 20% del total de energía que consumimos. Además, este consumo aumenta cuando se activa el sistema 2, que implica procesos mentales más complejos. Es por ello, que otro sesgo cerebral, es el de intentar automatizar todas aquellas funciones que realizamos de forma recurrente, activando lo que en psicología se denomina piloto automático, que consiste en hacer determinadas tareas de forma mecánica sin ser plenamente conscientes de lo que hacemos. ¿Cuántas veces has conducido de vuelta a casa por el camino de siempre, y cuando has llegado no te acuerdas de lo que ha pasado en el recorrido?

Photo by Josh Riemer on Unsplash
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Un aspecto en el que los maestros estoicos hacían mucho hincapié, era en controlar las emociones. No se trata de eliminarlas o evitar que aparezcan, ya que de forma intuitiva anticiparon la existencia del sistema 1 descrito por Kahneman. Las emociones son algo innato a nuestro cuerpo y en la mayoría de los casos tienen una función adaptativa que nos ofrece información sobre lo que sucede en nuestro entorno o en nuestro interior.

Su consejo respecto a las emociones, es que las pasemos por el filtro de sistema 2, es decir, que cuando notemos que aparece una emoción, nos tomemos unos segundos para analizarla, y por tanto actuemos racionalmente, en lugar de reaccionar de forma automática. Esto lo conseguimos ejercitando el autocontrol, que es una de las principales características de la filosofía estoica.

Esos segundos de pausa ante una emoción, que en psicología se denomina distancia cognitiva, es lo que nos permite activar el sistema 2, desactivando el sistema 1, que es el que actúa por defecto. Este proceso es la base de la Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC) de Albert Ellis.

Este sería un ejemplo de cómo los estoicos se adelantaron varios siglos a las terapias modernas.